viernes, 12 de diciembre de 2014

Adán Cortés Salas, defensor en Estocolmo de los 43 asesinados





Elena Poniatowska



Ojalá y todos tuviéramos las agallas del joven Adán Cortés Salas, quien gritó: Malala habla por México, habla por México con su bandera manchada de rojo frente a la adolescente paquistaní que lo miró con simpatía. 






Nada más solemne ni más intimidante que la entrega de los premios Nobel, el miércoles 10 de diciembre, en la alcaldía de Oslo; nada más imponente que el recinto que presiden los reyes Harald V y Sonia; nada más estricto que el protocolo de seguridad del reinado de Noruega y, a pesar de todo, un estudiante mexicano se la jugó: irrumpió con una bandera de México ensangrentada y la alzó frente a los ojos del mundo entero atento a la ceremonia.

Después de que Malala Yousafzai y Kailash Satyarthi recibieran el Nobel de la Paz, Adán Cortés Salas salió corriendo de entre los asistentes que aplaudían a los galardonados, un rayo tricolor pasó frente a las cámaras, la bandera mexicana con una mancha roja se levantó frente a una Malala sonriente y le pidió: Please, Malala, Mexico, please, un segundo antes de que un guardia lo sacara a empellones.

Adán Cortés Salas, de 21 años estudia Relaciones Internacionales en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Según su hermano gemelo, Austin, Adán, hoy bajo custodia de las autoridades de Noruega, llegó gracias a la invitación de un amigo que conoció en la UNAM. Adán decidió darse de baja académica temporal para poder hacer el viaje, con escala en Costa Rica, y formar parte de la Acción Global por Ayotzinapa.

La noticia de la espléndida protesta del joven mexicano voló por el mundo, las redes sociales aplaudieron y vitorearon la acción de Adán, que con su valentía y su arrojo logra que la masacre de 43 muchachos normalistas no quede en el olvido.

Abrazo con el corazón a este joven que no pertenece a ningún partido político ni a ninguna organización partidista y se la juega para exigir justicia y pedir que nos digan qué pasó con los 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural Isidro Burgos de Ayotzinapa, Guerrero, desaparecidos el 26 de septiembre de 2014. Hasta la fecha, sólo uno de ellos, Alexander Mora Venancio, ha sido localizado gracias a unas muestras forenses.


Ojalá y todos tuviéramos las agallas del joven Adán Cortés Salas, quien gritó: Malala habla por México, habla por México con su bandera manchada de rojo frente a la adolescente paquistaní que lo miró con simpatía. Hoy, detenido en Noruega, es un ejemplo y un orgullo para México, un orgullo para todos nosotros, ojalá y así lo consideren no sólo los reyes sino todo los sabios que han recibido el Nobel.
Publicado originalmente en La Jornada 11 de diciembre 2014

lunes, 21 de abril de 2014

¡BASTA YA!:Memoria de guerra y dignidad

Informe general del Grupo Memoria Histórica



La verdad es que estoy muy triste y desilusionada, como no había estado
en años, ni si quiera cuando vi correr la sangre por los canales de la
que era mi casa, esta tristeza sumada a cansancio y rabia me lastiman
profundamente. La guerra se ha propuesto joderme la vida y no se cansa
de hacerlo, estoy harta, ya no tengo 35 años como cuando me desplacé, a
veces me pregunto ¿cuál ha sido mi pecado?, ¿cuál ha sido mi error? Yo
me he tenido que enfrentar a un Estado y una sociedad podridos, a un
sistema macabro en donde sobrevive el que tiene los medios para someter
al resto. […] no le estamos quitando la tierra a nadie, tenemos derechos,
solo queremos que se nos garantice el acceso a esos Derechos.
Testimonio mujer en la Costa Caribe


PRESENTACIÓN
Martha Nubia Bello
Coordinadora del informe


Este informe da cuenta de más de 50 años de conflicto armado en nuestro país. Revela la enorme magnitud, ferocidad y degradación de la guerra librada, y las graves consecuencias e impactos sobre la población civil. Se trata de una guerra difícil de explicar no solo por su carácter prolongado y por los diversos motivos y razones que la asisten, sino por la participación cambiante de múltiples actores legales e ilegales, por su extensión geográfica y por las particularidades que asume en cada región del campo y en las ciudades, así como por su imbricación con las otras violencias que azotan al país.

Dadas la dimensión y la complejidad que implican la tarea de esclarecimiento histórico y la comprensión de las causas de la guerra en Colombia, el Grupo de Memoria Histórica – GMH optó por documentar casos emblemáticos, entendidos como lugares de condensación de procesos múltiples que se distinguen no solo por la naturaleza de los hechos, sino también por su fuerza explicativa. A través de estos casos, el GMH se propuso analizar la diversidad de victimizaciones provocadas por las distintas modalidades de violencia, de grupos y sectores sociales victimizados, de agentes perpetradores, de temporalidades y de regiones del país. La realización de cada caso se llevó a cabo por medio de procesos de consulta y de negociación con las víctimas y contó con su decidida participación como testigos e investigadores. Los casos emblemáticos y los estudios temáticos han sido publicados en 24 libros,1 cuyos hallazgos son la base de este informe general, que plantea algunas líneas interpretativas y analíticas para entender la lógica, las razones y el modo en que se vive la guerra, y que ofrece una lectura en conjunto y unas tesis sobre sus causas y mecanismos...

Lea el informe completo.Aquí

viernes, 11 de abril de 2014

LAS BENÉVOLAS[1]



Álvaro Lobo

Vivimos bajo cielos sombríos, y hay pocos seres humanos. Por eso probablemente haya tan pocos poemas. La esperanza que aún tengo no es grande; intento mantener lo que me ha quedado.
Paul Celan[2]

Las Benévolas  es el título de la novela de Jonathan Littell, escritor norteamericano de formación francesa, escrita en francés y publicada en París en el año 2006. Obtuvo ese año  el gran premio de novela de la Academia Francesa y el premio Goncourt. Dos de los más significativos reconocimientos literarios en ese país.

Littell nos lleva a los  horrores de la Segunda Guerra Mundial, vistos desde la perspectiva de los verdugos. Su personaje central, Maximilien Aue, doctor en derecho y oficial de las SS, narra la historia treinta años después de los sucesos, en su tranquilo y seguro retiro en Francia. Su frialdad y el desparpajo  para describir los terribles hechos de la guerra y de su vida pretenden, aparentemente,  mostrar el carácter inevitable de las circunstancias de su vida que lo llevaron a participar  en la guerra.

 El  título evoca de manera sutil la tragedia Euménides de Esquilo.  Euménides — benévolas—,  en el mito griego, es la manera indirecta de  llamar a las  Erinias—las innombrables porque pronunciar su verdadero  nombre desencadena  su ira—, diosas de la justicia que castigan grandes crímenes y persiguen a Orestes—hermano de Electra— por haber dado muerte  a su madre Clitemnestra, quien a su vez había matado a su esposo Agamenón y éste a su propia hija Ifigenia[3]. A lo largo de la narración sobre los avatares de la guerra, la vida  de Maximilien Aue discurre en otro  plano.  Su historia se ajusta a un patrón heroico, similar al del  mito de Orestes.

Esta novela, como toda gran obra, es compleja. Lo que creemos entender en un principio, la defensa de la causa nacionalsocialista,  quizá sea una ironía para mostrarnos el tamaño de la crueldad de los crímenes cometidos y el consenso logrado entre el pueblo alemán  en torno a la necesidad  de la conquista de Europa para ampliar  el espacio vital de la patria germana y la persecución y el exterminio de los judíos y demás minorías étnicas.

La formidable cultura, la tradición artística y científica del pueblo alemán no impidieron  que la guerra adquiriera un carácter criminal, con  total desprecio por los Acuerdos de Ginebra sobre el trato humanitario a las poblaciones y a los  militares que deponían las armas en los países  ocupados. Siniestros personajes de la Wehrmacht y las SS,  como Eischman, Himler, Rosemberg,  etc., al igual que  anónimos ciudadanos son presentados como meras piezas, cuyas voluntades estaban determinadas por la compleja maquinaria de destrucción  que fue el nacionalsocialismo. Su ideología reforzaba la idea de que  el país había sido humillado en el tratado de Versalles y la guerra era su consecuencia lógica y una necesidad para asegurar, al  costo que fuese,  mil años del  Tercer Reich.

Los líderes alemanes sobrevivientes pretendieron hacer creer al mundo que personalmente no eran responsables, pues toda la dinámica de la guerra era inevitable y obedecía a un sistema complejo de tensiones entre las naciones europeas. Si había alguna  responsabilidad, correspondía a todos,  que era la manera de soslayar las culpas. Según ellos, el oficial que dirigía los convoyes hacia el este, el hombre que movía las agujas de los trenes, quienes los conducían hacia los campos en Polonia, los soldados que  custodiaban el ingreso a los hornos y los  operarios  que maniobraban las palancas  para gasear a los prisioneros compartían igual responsabilidad, el trabajo de cada uno de ellos era indispensable para la solución final. La guerra desatada se imponía a la voluntad individual. Aue, en su reflexión posterior, intenta convencerse de que su conducta y la de sus camaradas  estaban determinadas por la dinámica de la guerra y que no eran una simple obediencia ciega a un régimen dictatorial. En todo caso, se decía entre la oficialidad, los jefes le debían a Alemania el sacrificio de sus dudas.

En la narración de Littell  quedan claros, aunque de forma sinuosa, el oportunismo y la cobardía de los mandos que promovieron el carácter criminal de su empresa. Aún, en el momento en que era evidente el final por el avance de los Aliados en el Frente Occidental y el indetenible paso de Zhúkov en el Frente Oriental,  los oficiales se resistían a aceptar el estado de cosas y persistían  en la gran causa del Reich. Quizá el autor quiera mostrarnos esta conducta irracional para ilustrar  el poder hipnótico del delirio  hitleriano.

La lectura de Las Benévolas  es una experiencia extraña. Por una parte, disfrutamos de un lenguaje poético y de la maestría del autor para penetrar en la naturaleza humana y su gran erudición sobre el conocimiento de  los pueblos que la expansión alemana iba  arrasando en el este. Su despliegue es sobresaliente, en especial  cuando se refiere a los pueblos del Cáucaso. La trama nos arrastra de forma incontenible desde el principio hasta el final. Percibimos, como el protagonista, el sentido del relato y las casi mil páginas del libro son devoradas rápidamente. Por otra parte, resulta  perturbadora  la participación directa de Aue en los crímenes y la serena descripción que hace de las atrocidades de la guerra, en particular de las masacres de la población judía, como si se tratara de  la inocente narración que haría un taxidermista de la muerte de una colonia de hormigas.

Mas esta novela tiene muchos méritos literarios. Dibuja un inmenso fresco de la guerra. Vemos como los seres humanos actúan cuando desaparecen los diques  morales  que mantienen organizadas las sociedades. Usualmente las novelas que tratan este tema lo hacen desde el lado de los vencedores. En este caso el protagonista es un oficial de las SS, convencido de la validez  de su causa. El autor consigue  que nos identifiquemos  con este hombre y allí surgen los mayores dilemas éticos que hemos de  enfrentar.

Si las guerras que devastan a los pueblos son llevadas a la literatura, si ingresan al relato, acaso los complejos y misteriosos caminos de la creación artística nos ayuden a ver de una mejor manera nuestra existencia, a percibir en un destello cuál es el significado  de nuestra vida. Cuando las luchas endémicas que lentamente destruyen a Colombia —220.000 mil muertos en los últimos cincuenta años— sean expresadas en la literatura, al igual que lo hace Littell en Las Benévolas con la historia de Alemania en la guerra,  tendremos una mirada más serena para intentar descifrar lo que se anida en nuestros corazones y soñar algún día en desmontar la máquina de matar colombianos a una media de 15 mil al año.

Las Benévolas  apareció en el momento en que fue publicada otra novela con un tema similar, Vida y destino de Vasili Grossman. Esta narra la historia de la Segunda Guerra Mundial desde el punto de vista ruso. En muchos aspectos por supuesto se presenta una coincidencia  en la narración de hechos históricos, como por ejemplo el sitio de Stalingrado.  Los críticos han caído en la tentación de comparar estas novelas con  Guerra y Paz de Tolstoi. Su propósito ha sido seguramente resaltar su alta calidad que las hace sobresalir en medio de la vastedad de obras publicadas. En el caso de la novela que aquí comentamos, su valor es sin duda digno de encomio. Sin embargo, como dijo Anrés Hax “León Tolstoi  —o en todo caso su obra, ya que murió en 1910, con 82 años de edad— es como un enorme bosque. Se puede delimitar su circunferencia, se podrían contar todos los árboles que contiene y decir qué tan altos son, se podría hacer un censo completo de su flora y fauna; pero aun así, describiendo su materialidad exhaustivamente, el bosque seguiría siendo infinito.”[4]






[1] Título original Les Bienvillantes
2006.
Edición en español, RBA Libros. S.A.
Octubre de 2007.
[2] Carta de Paul Celan a Hans Bender. Paris 18 de mayo 1960
[3] Euménides  junto a Agamenón y  Las coéforas conforman la Orestiada de Esquilo
[4] Andrés Hax, Vida y Obra: León Tolostoi. Revista Ñ, Marzo, 2014.
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