Darío Valencia Restrepo
La universidad de
nuestro tiempo enfrenta diferentes desafíos pero a la vez estos constituyen
oportunidades que la institución puede aprovechar si define su misión y
abandona prácticas que han perdido vigencia.
La irrupción del mundo digital
La educación abierta
avanza a pasos gigantescos en buena parte del mundo. El Instituto Tecnológico
de Massachusetts la inició cuando en 2000 decidió empezar el proyecto de llevar
a internet su material educativo. Y lo hace en forma gratuita. Una estadística
reciente anunciaba que unos 2.200 cursos se encontraban ya en la red. En 2013,
ese proyecto recibió más de 27 millones de visitas.
Sólo en el largo plazo
se podrán conocer los reales efectos de la educación abierta sobre la
universidad tradicional, pero es un hecho que la institución ya
experimenta las primeras consecuencias.
Como se sabe que entre
nosotros la clase magistral sigue predominando, conviene señalar que ella es un
recurso excepcional; por ejemplo, para la exposición de un gran profesor ante
un grupo numeroso, seguida luego del trabajo de asistentes o monitores con
grupos mucho más pequeños.
Un método recomendable
es el aprendizaje colectivo en pequeños grupos guiados por el profesor. Además,
como la capacidad de aprender tendría que ser uno de los resultados principales
del proceso educativo, es imprescindible crear una cultura del aprendizaje. La
era digital ha permitido que internet facilite la creación de comunidades y
redes sociales de todo tipo. Y ya se experimenta con las comunidades para el
aprendizaje colectivo.
La tecnología actual
permite al profesor señalar a los estudiantes con anticipación a la respectiva
clase la información básica que podrán encontrar, además de la proporcionada
por libros, en sitios de internet generales o establecidos por el propio
profesor con sus presentaciones, documentos, notas de clases y ejercicios. La
clase se convierte entonces en un escenario para que el profesor discurra sobre
aspectos centrales y difíciles, efectúe las grandes síntesis del temario,
responda inquietudes, calibre el progreso del grupo y facilite la discusión y
los aportes de los estudiantes.
La globalización de la universidad
Se viene acentuando el
carácter internacional de la universidad contemporánea, pues así se desprende
de tendencias como las siguientes: más de
tres millones de estudiantes están registrados en universidades fuera de su
país de origen, un aumento del 57% sólo en la pasada década; datos recientes
estiman en más de 160 las subsedes abiertas en diversas partes del mundo, sobre
todo por grandes universidades; y crece la educación gratis por internet, como
ya se vio.
Ha aparecido lo que
podría llamarse el capitalismo académico, en el cual el mercado define la
relación entre educación y empleo. Ya la educación no se trata como un bien
social colectivo sino como un bien individual para el éxito económico personal
y como una mercancía del mercado de la educación global. En ese nuevo
capitalismo todo gira alrededor del lucro que proporcionan las inversiones en
capital humano. Se vislumbra ya la aparición de la universidad global con
sentido corporativo.
Un nuevo campus universitario
El campus universitario
no puede seguir siendo el mismo. Hay que abandonar la clase magistral como
recurso casi exclusivo y sustituirlo por un aprendizaje más activo. Lo
presencial tiene que complementarse con el trabajo del estudiante por fuera de
la clase o el laboratorio, en particular con la ayuda de internet.
Lo presencial sigue
siendo vital para la relación interpersonal cara a cara, la apropiación del
conocimiento tácito, los encuentros en bibliotecas, cafeterías o corredores, el disfrute de actividades
culturales, exposiciones, conciertos, cine, conferencias...
Pero internet y los
multimedios en el computador constituyen una oportunidad para descargar al
profesor de una tarea rutinaria, de modo que el docente pueda dedicar más
tiempo a los pequeños grupos de estudiantes, al trato interpersonal, a la
crítica y a la síntesis.
La eliminación o disminución de humanidades, artes y ciencias sociales
Existe una tendencia internacional, incluso en
nuestro país, a debilitar o suprimir la formación en artes, humanidades y
ciencias sociales en el ámbito universitario, en razón de que ella no se
considera rentable en una academia que cada vez se orienta más por las señales
del mercado, la competitividad en un mundo globalizado y la preparación para
los negocios.
Con propiedad señala
Martha C. Nussbaum, en su libro “Sin fines de lucro – Por qué la democracia
necesita de las humanidades”, que las materias de ciencia y tecnología se deben
impartir con la mayor calidad, pero no debe olvidarse que con la formación en artes
y humanidades se pueden adquirir las capacidades de desarrollar un pensamiento
crítico, de trascender las lealtades nacionales y afrontar los problemas
internacionales como “ciudadanos del mundo” y de imaginar con compasión las
dificultades del prójimo.
Hoy más que nunca es
indispensable el estudio riguroso de la historia para entender el presente, así
como el aporte de filósofos que no escriban sólo para sus colegas sino también
para los seres comunes y corrientes que intentan dar sentido a sus vidas y que buscan respuestas ante las
incertidumbres y desastres del mundo actual.
Es fácil vislumbrar la
importancia de un semestre de filosofía dedicado a la discusión con los
estudiantes por parte de un profesor que adopte el método socrático para
estimular la argumentación. Son muchos los temas vitales de nuestro tiempo que
podrían ser planteados como preguntas. Y sería también una oportunidad para discutir
el comportamiento ciudadano a la luz de la ética, el Derecho y la cultura.
Recomendable es un curso
de historia para dar contexto a las preguntas y a las respuestas; conocer
elementos de la trayectoria del propio país, de la región y del mundo; tratar de entender y comparar
críticamente culturas diferentes a la propia; y asimilar las múltiples
lecciones que encierra el relato y apreciación de acontecimientos del pasado.
Nuevos énfasis de la investigación y la docencia
La investigación debe
ser el centro de la actividad académica, pero no a costa de la docencia y la
extensión sino para enriquecerlas. No son aceptables los profesores que sólo
investigan y se niegan a dar clase o a dirigir trabajos de grado o tesis. Los
mejores profesores deberían contribuir a formar los estudiantes que llegan del
bachillerato con una gran desorientación, en especial para ayudarles a definir
su verdadera vocación.
La extensión ha sido
tradicionalmente la cenicienta cuando se habla de las tres funciones clásicas
de la universidad; sin embargo, ha cobrado sustancial importancia en los
últimos años como mediadora de la relación con la sociedad.
Pero se trata de una
comunicación de doble vía pues la universidad aprende en su contacto con el
exterior al familiarizarse con los problemas de la sociedad a la cual se debe.
Y ese conocimiento será importante para informar la docencia, la investigación
y los estudios.
Conclusiones
En primer lugar, es
fundamental definir la idea de universidad en los tiempos que corren,
caracterizados por la globalización y la irrupción de tecnologías de
información y comunicación. Esa idea tiene que señalar los cambios
indispensables para sustentar ante la sociedad la vigencia y legitimidad de la
institución.
La universidad tiene que
seguir siendo sede del pensamiento crítico, tanto frente a fenómenos nacionales
o locales como frente a lo que ocurre en su interior, pero no debe limitarse a
la crítica sino a la vez hacer aportes y apoyar iniciativas del Gobierno o de
la sociedad que considere de interés; propiciar la discusión permanente
entre ideas o concepciones opuestas, siempre que se respeten unas reglas superiores
a las partes; mantener permanente comunicación y ojalá interacción con grupos y
centros de investigación del mundo, así como una apreciación de los fenómenos
sociales de cada tiempo; y conservar su tradición escrita, depurada por el
tiempo, pero a la vez emprender o proponer con su fuerza de la razón las
acciones transformadoras que se consideren apropiadas.
Tarea central de la
universidad contemporánea es propiciar el acercamiento y la interacción entre
científicos y técnicos con humanistas y artistas. Una posibilidad es fomentar
en concreto el trabajo interdisciplinario mediante la reunión de estudiantes de
diferentes profesiones o disciplinas para que analicen un problema o conciban y
diseñen un proyecto.
Sigue siendo un reto el
centrar la universidad en la actividad investigativa, pero con el fin claro de
enriquecer la docencia y la extensión. Y que no es aceptable la existencia de
profesores que sólo investigan o que sólo dan clases. Se requiere que los
mejores profesores orienten a los nuevos estudiantes. Y el desiderátum es que
todo profesor, en la medida de lo posible, participe en el desarrollo de las
tres funciones clásicas de la universidad.
Es imperativa la
necesidad de investigar sobre los métodos docentes, en particular averiguar el
real efecto de la universidad global y de los aprendizajes con la ayuda de
internet.
Cuestión central de la
educación debería ser una formación para la democracia y el ejercicio de una
ciudadanía independiente, responsable e informada, consciente de los procesos
sociales y partícipe en el debate político.
No parece necesario insistir más en la importancia de
las humanidades, las ciencias sociales y las artes en la vida académica y
extraacadémica. Sólo agregar que debe concederse gran valor al estudio de la
economía y de la economía política, y que la formación artística estimula
atributos básicos de utilidad para la vida social y en particular también para
las diferentes profesiones. El estudio y práctica de actividades como música,
danza, cine y teatro facilita el trabajo en equipo, la comunicación con
otros y las habilidades creativas y de innovación, todo ello transferible y
aplicable a otros campos. A su vez, los talleres de artes visuales permiten
entender realidades y relaciones no expresables cuantitativamente o en
palabras. Y es necesario reconocer que el arte cumple también una función de
conocimiento y de crítica.
El anterior
texto resume una extensa conferencia (http://tinyurl.com/retosuniversidad), que
plantea cómo debe enfocarse la academia en el mundo contemporáneo. Publicado
originalmente en el diario El Mundo de Medellín el 21 de febrero de 2015.
Darío Valencia Restrepo es ingeniero civil de la
Facultad de Minas y se desempeña como consultor independiente. Posee títulos de
posgrado en matemática de la Universidad Nacional de Colombia y en recursos de
agua del Instituto Tecnológico de Massachusetts. Fue rector
de la Universidad de Antioquia, gerente general de las Empresas Públicas de
Medellín y rector de la Universidad Nacional de Colombia.
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