Oyendo
la poesía de Carlos Framb en este interminable
camino de Damasco sucede la iluminación del rayo: tengo de súbito la
conciencia de mi ser estelar. El verso en su libro deriva en música: lo leo en
mudez y oigo un canto de esferas. De tan íntima, la poesía es placer solitario,
y su sonido, soterrado, ondas que se van expandiendo por el fondo del alma.
Framb
padece la presencia de la poesía. ¿Qué es ese milagro?, ¿cómo brota ese
misterio?, ¿por qué una voz de pronto
tiene la virtud de nombrar las cosas? No es posible saberlo. Y quizás no
sea necesario saberlo. Basta sentir el súbito rayo iluminado y padecer una
elación, una hermandad, un sosiego. En esa levitación de la poesía reconozco la
expansión del ser y sé entonces que mi pequeñez cabe en el universo.
No
es este un libro con página de principio y página de fin. Como el océano, es
inagotable, y como la Vía Láctea, luz en expansión. Por donde entra el rayo.
Es
bello el título del libro de Carlos Framb: “Un día en el Paraíso". Y
justo.
Alberto Aguirre
–Fragmentos del artículo de Alberto Aguirre, publicado
originalmente en el periódico El Mundo, de Medellín, en enero de 1995–
Lee
la obra completa en el siguiente enlace: Un
día en el paraíso de Carlos Framb
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