Michel Tournier (1925-2000)*
Nacido en el centro de París, enseguida
comprendió que se trataba de la ciudad más inhóspita del mundo, en particular
para los jóvenes. Y así, vivió toda su vida en el presbiterio de un pequeño
pueblecito del valle de Chevreuse, cuando no viajaba a través del mundo, con
cierta predilección por Alemania y el Magreb. Sus cenizas están depositadas en
su jardín, en el interior de una tumba esculpida que representa una figura
yaciente con el rostro oculto bajo un libro abierto, portado por seis escolares
que evocan en sus penas diversas una versión infantil de Los Burgueses de
Calais de Rodin.
Tras largos estudios de filosofía, llegó
tarde a la novela, género que siempre ha concebido como una fabulación en
apariencia tan convencional como sea posible, recubriendo una infraestructura
metafísica invisible, pero dotada de una activa irradiación. Y es en este
sentido por lo que a menudo se pronuncia la palabra mitología a propósito de su
obra.
Si hubiera que buscarle un ancestro y
colgarle una etiqueta, podría pensarse en J .K. Huysmans en la de naturalista
místico. Pues a sus ojos es hermoso, incluso la fealdad; todo es sagrado
incluso el lodo.
Sobre el amor decía: «Hay una señal
infalible en la que se reconoce que uno ama a alguien con verdadero amor, es
cuando su rostro nos inspira más deseo físico que ninguna otra parte de su cuerpo».
De tener una tumba, éste es el epitafio
que hubiera querido que se inscribiese
en ella:
«Yo te he adorado, y tú me lo devolviste
centuplicado. ¡Gracias, vida!»
* Un diario
realizó una encuesta sobre el siguiente tema: ¿Cuál será para usted el gran
acontecimiento que marcará el año 2000? Respondí sin vacilar: mi muerte. Y
evoqué el vasto y suntuoso cortejo que acompañará mis despojos hasta el
Panteón, a los sones del Allegreto de la Séptima Sinfonía de Beethoven. Y me
dirán: ¿por qué morir el año 2000? Porque tendré 76 años. Mi padre murió a esa
edad, y lo mismo el suyo, y así
sucesivamente. Es una buena edad para morir. Con un poco de suerte y de razón,
se evitan así los sufrimientos y las humillaciones de la vejez, y además ya
basta; ¿no es suficiente esa cantidad de vida, siendo así como es?) (N. del A)
No hay comentarios:
Publicar un comentario