martes, 24 de noviembre de 2015

Enfoque de las capacidades: una alternativa



El 10 de diciembre del presente año se presentará en Medellín la profesora Martha Nussbaum, forjadora, junto a Sen, del enfoque de las capacidades, de gran influencia en la teoría del desarrollo humano y defensora de la autonomía de la mujer, especialmente en el mundo subdesarrollado, en particular en India.Es una excelente oportunidad para familiarizarse con su visión de las capacidades. Como una ayuda al lector interesado, se presenta un capítulo del libro América Latina, ¿un alfil sin albedrío? que ofrece una síntesis del mencionado enfoque.

Capítulo final del libro: América Latina, ¿Un alfil sin albedrío?
Álvaro Lobo
Editorial Pi.
Medellín
 2015

La insatisfacción creada por el divorcio entre crecimiento económico y progreso  social condujo a la creación de teorías que explicaran de forma más adecuada  la situación de atraso y pobreza de las sociedades,  bosquejaran una visión humana del desarrollo y brindaran  estrategias relevantes enfocadas a mejorar las vidas de las personas y no solo estimularan  el crecimiento de los indicadores económicos.     
El debate partió  de una fuerte crítica a la teoría económica por su visión reduccionista del hombre—el  homo economicus—. La célebre tesis de Edgeworth, forjador de los cimientos de la teoría neoclásica, “el primer principio de la Economía es que cada agente está movido solo por su propio interés”,   supone al ser humano como un maximizador de utilidad, quien  concibe a los otros como medios y al mundo como una fuente de recursos para obtener  utilidad. Es la concepción del hombre como un egoísta atroz . El sujeto supuestamente actúa de forma racional  y realiza elecciones que optimizan  su utilidad y en cualquier circunstancia mantiene consistencia interna, de modo que su elección será siempre la misma y no entrará en su consideración la situación de los demás. El agente concebido así  es  un perfecto y consistente ganador. Nunca cambiará su elección a pesar de la poca información con que cuenta. Choca a nuestra intuición percibir al hombre de esta forma, alejado  de toda razón práctica. Esta descripción  llevó a Amartya Sen a definir a  tal sujeto como un tonto racional.   Por su parte, Hirschman sostuvo que: “La economía, en cuanto ciencia del comportamiento humano, se ha basado en un postulado extraordinariamente parsimonioso: el del individuo aislado y centrado en sus propios intereses, quien libre y racionalmente escoge entre diversas alternativas de acción, luego de sopesar sus presuntos costos y beneficios.”. 

Sen  se propuso crear un enfoque  que introdujera a la teoría de la elección racional  elementos  de carácter social y de justicia, por cuanto partió de la base de que las personas razonan no solo en virtud de la utilidad sino de la justicia y, además, tienen intereses, valores y juicios distintos.  Considera que las personas reflexionan sobre sus preferencias—las metapreferencias—  de forma crítica,  no se guían solo por su interés propio y no están cautivas en un universo simple. Por el contrario, las elecciones  de las personas son  críticamente examinadas. Esto supone que la naturaleza humana es perfectible,  pueden invocarse razones dirigidas a  justificar la elección que se realiza, y estas  deben ser objeto de escrutinio. En tal sentido,  esta forma de razonar “es más rigurosa que el seguimiento de la simple fórmula de la maximización del interés propio.”. 
La visión de Sen critica de manera aguda la  preocupación exclusiva por el mejoramiento de los objetos inanimados—por ejemplo, el producto interno bruto—en vez  de los indicadores  de bienestar, libertad y calidad de vida. Se da más importancia a los medios que a los fines. De modo que el ingreso, la riqueza y la opulencia ocupan un lugar central y no son considerados en cuanto recurso para que las gentes vivan vidas libres, prolongadas, saludables y dignas, verdaderas finalidades de la existencia. Su teoría entraña una concepción de la vida buena, es decir, las múltiples formas en que las personas conciben, persiguen y alcanzan su bienestar, acorde con la valoración de su  vida. Esa capacidad de valorar  la existencia  fundamenta  la idea del ser humano como sujeto moral. Y  su posibilidad  de discernir y alcanzar sus metas, determinan su capacidad de agencia.  Sen entiende el desarrollo como libertad y, esta, como independencia de elección social; así, quedan unidas la ética y la economía.
El fundamento de Sen es su teoría de las capacidades. Estas se “refieren a las diversas combinaciones de funciones que puede lograr la persona.  Por lo tanto, la capacidad es un tipo de libertad: la libertad fundamental de conseguir distintas combinaciones de funciones (o en términos menos formales, la libertad de lograr diferentes estilos de vida).”.  Y las funciones se entienden  como un logro específico de una persona: lo que es o hace. Las funciones  no son los bienes, los recursos ni la utilidad. “…Pueden ir desde lo elemental, como comer bien y no padecer enfermedades  evitables, hasta actividades o estados personales muy complejos, como ser capaz de participar en la vida de la comunidad y respetarse a sí mismo.”.  La realización de las funciones  representa la plenitud de la vida buena. Por ello, el conjunto de las funciones   elegidas  por la persona  constituye su capacidad. “Una persona que pasa hambre y otra que ayuna tienen el mismo tipo de funcionamiento en lo que respecta a su nutrición, pero no disponen de la misma capacidad, pues la que ayuna es capaz de no ayunar, mientras la hambrienta lo es porque no tiene elección.”.
La capacidad es, en realidad, la libertad de la persona de escoger su vida, es la que permite a la persona gobernar  su existencia. Se entiende la libertad en su aspecto positivo, es decir, la posibilidad de autodeterminación, el deseo del individuo de ser su propio arquitecto y actuar según sus propios criterios. 
En una democracia auténtica los gobiernos se enfocan  en la promoción de las capacidades, y no de las funciones,  porque así impulsan la expansión de la libertad humana. Eventualmente  podría llegar a  promoverse  una función  particular sin que  la capacidad se desarrolle y allí  habría una falla moral porque se restringirían las posibilidades de elección del sujeto.  “Existe una diferencia moral enorme entre una política que promueve la salud y otra que promueve las capacidades en materia de salud: La segunda (y no la primera) es la que verdaderamente respeta la elección del estilo de vida de la persona.”.
Al estar ligada a la libertad sustantiva, la capacidad juega un papel crucial en la habilidad real de la persona de hacer las cosas que valora. El enfoque de las capacidades se orienta a las personas y no a los recursos. Por eso la riqueza no es vista como una manera correcta de establecer las ventajas ni juzgar el éxito humano: no es algo que tenga un valor en sí misma.  
Sen no se inclina por unas capacidades específicas y, en ese punto, se establece una tensión con Martha Nussbaum. Esta se orienta hacia  una aproximación a la evaluación de la calidad de vida y  a la teorización sobre la justicia social. Mientras Sen se basa en la libertad, aquella  lo sustenta en la dignidad humana  y se decide  por establecer diez capacidades básicas que los ciudadanos deben disfrutar para tener una vida digna.  Sen no admite la lista única de capacidades propuesta por Nussbaum porque es creada por fuera del escrutinio y de la participación de los afectados: esto iría en contra de la base  del enfoque, que es la libertad. 
No se pretende aquí hacer una reconstrucción del enfoque de las capacidades. El propósito solo consiste en sortear de algún modo el economicismo que domina la reflexión sobre el desarrollo y hace de él un territorio hostil a otras miradas. Se  continúa confiando en que el crecimiento, tarde o temprano, impactará en la sociedad de forma positiva.
Es indispensable insistir en el enfoque de las capacidades por cuanto en él los seres humanos son considerados como  finalidades,  y si el objeto es   la promoción de la riqueza de la vida humana, existen razones suficientes que conducen a  enfatizar en este propósito y no en los medios—la economía—, que es un camino inseguro, tortuoso,  incierto y pleno de injusticia.
A pesar de la fertilidad mostrada por  la teoría de Sen  y su enorme influencia en los debates, continúa siendo mínima su incidencia en los programas gubernamentales— ya se señalaron las consecuencias que esto tiene en la evolución de las personas y de las sociedades—. Si bien desde 1990 el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo  realiza de forma anual el Informe sobre  Desarrollo Humano, su cálculo es todavía una aproximación remota a la medición de las capacidades. De hecho,  estas son inobservables  puesto que no se cuenta con toda la información a la hora de evaluar la libertad humana. Quizá las capacidades no puedan aún  ser medidas de forma directa.
No obstante, hay un enorme avance institucional en pos de una mejor comprensión del enfoque. Por ahora el  PIB continúa siendo utilizado de forma directa en la elaboración del Informe.  La Comisión de la Medición del Desarrollo Económico y del Progreso Social—presidida por  Joseph E. Stiglitz, con la participación de Amartya Sen— estudió los límites del PIB como indicador de los resultados económicos y sociales, reexaminó los problemas relativos a la medición, identificó datos adicionales que podrían ser necesarios para obtener indicadores sociales  más pertinentes, evaluó la viabilidad de nuevos instrumentos de medición y debatió sobre una presentación adecuada de datos estadísticos. Si sus recomendaciones se  llevaran a la  práctica como se espera, se producirían sin duda transformaciones significativas. El informe establece claramente que este indicador  mide solo la producción mercantil (expresada en unidades monetarias) y en eso radica su utilidad. Se usa como si fuera una medida del bienestar económico. La confusión entre ambos conceptos conduce a percepciones erróneas sobre el bienestar de la población e induce a decisiones equivocadas.
Por otra parte, los gobiernos continúan, en lo fundamental,  prisioneros del  fetichismo del PIB. Definen sus políticas persiguiendo un mayor crecimiento, en lugar de centrarse directamente en los factores que enriquecen la vida humana. Como se concibe al capitalismo siempre creciendo, el indicador debe crecer y, si no lo hace o disminuye, existirá un grave problema. Esta idea es un mito. Posiblemente algunos países  necesitarán crecer. Otros (los altamente desarrollados) requieran un menor crecimiento—o incluso no crecer— porque  los miembros de la sociedad hayan  alcanzado un estándar  elevado que haga surgir en ellos  el deseo y la esperanza de los valores de la vida buena. Keynes creía y esperaba firmemente que se diera un término al crecimiento, un momento en el que los deseos materiales fueran satisfechos de forma definitiva.
Es el momento  de dar un giro y definir que la responsabilidad del Estado consiste en asegurar intervenciones significativas que provean de libertad a los ciudadanos.  Es tiempo  de citar ampliamente a Sen:
Estoy a favor de un nuevo mundo, no de un nuevo capitalismo. ¿Qué quiere decir eso? ¡Por qué no nuevo socialismo, con mucho más mercado! Vivimos en un mundo multiinstitucional. Nadie lo explicó mejor que Adam Smith. A veces se le considera el padre de la economía de mercado, pero sostuvo que el Estado debe proporcionar una educación pública, dar ayuda a los pobres… En La riqueza de las naciones explica que la intervención del Estado a favor de los pobres es casi siempre buena y productiva, pero que ¡mira por dónde! La mayoría de las intervenciones se hacen a favor de los ricos y son improductivas. Es un contrasentido. 
El futuro  de Latinoamérica  penderá críticamente de varios asuntos. Continúa siendo significativa su  dependencia del sector externo.  Su especialización histórica en la producción de materias primas hacia  los mercados industrializados, tendencia acentuada en los últimos años que condujo  al desmantelamiento de la industria y  parte de la agricultura, la hace más vulnerable a las fluctuaciones del mercado mundial. Esta es una situación que podría mitigar en parte desarrollando su mercado interno por la vía de la integración regional—proceso que históricamente fue una debilidad—.  El atraso tecnológico y  la inexistente inversión en investigación de altas tecnologías perpetúan la dependencia. Por tanto, es de esperar que en este campo se concentren esfuerzos significativos, así como en el área educativa. Quizá la principal  asignatura pendiente sea  superar los escandalosos índices  de inequidad. Es un imperativo moral reducir los niveles de desigualdad porque ella,  en sí misma,  es la fuente de atraso en el avance de las capacidades de las personas.
El sistema neoliberal vigente impone severas restricciones a la búsqueda de soluciones propias. No obstante, es preciso fijar nuevos criterios porque no todos los  elementos de la órbita  social pueden estar determinados por el mercado. La calidad del empleo registra un deterioro notable. La informalidad continúa en niveles elevados. Esta situación, unida a los déficits de educación, salud,  seguridad ciudadana y al desmonte del limitadísimo estado de bienestar que se había creado hasta los años ochenta,  se convierte en la práctica en una restricción absoluta a las capacidades de las personas, al desarrollo humano y al fortalecimiento de la democracia.

Ahora la región es gobernada con políticas concebidas  y elaboradas en los centros de pensamiento  vinculados a la ideología de las instituciones financieras multilaterales que no guardan correspondencia con nuestras realidades y no resuelven los anhelos de la sociedad   de una vida mejor. Los territorios se suponen homogéneos y se aplican las mismas recetas.  En tanto nuestros países  continúen guiándose mansamente por la ideología neoliberal, permanezcan bajo la tutela del FMI y del BM  y no reflexionen de forma original sobre su propio destino, continuará América Latina siendo un alfil sin albedrío. 

jueves, 13 de agosto de 2015

Una voz sabia en tiempos aciagos


Darìo Valencia Restrepo
En el primer párrafo de un artículo titulado “Estado y sociedad frente a las víctimas de la violencia”, se pregunta María Teresa Uribe de Hincapié si el duelo por las violencias es un asunto privado que se resolvería gracias al suministro de ayudas terapéuticas a quienes han sufrido pérdidas irreparables, o si por el contrario “el duelo por las víctimas debe ser también un asunto colectivo, público y abierto en el tiempo y el espacio, mediante el cual los pueblos y las naciones enfrenten los temas trágicos, dramáticos o vergonzosos de su pasado y su presente, para construir sobre bases más firmes la posibilidad de la convivencia social.”

https://drive.google.com/file/d/0B9uHanxBoJ1Wb01rMk44ZkdkbG8/view?usp=sharing

Primera reimpresión de América Latina ¿ Un alfil sin albedrío?


Con el auspicio de Aktiva Servicios Financieros aparece primera reimpresión de este libro.


https://drive.google.com/file/d/0B9uHanxBoJ1WTzltR0xHVk5qTWs/view?usp=sharing

domingo, 2 de agosto de 2015

Discurso de Pablo Montoya Campuzano al recibir el premio Rómulo Gallegos


Desde tiempos antiguos el hombre ha puesto de manifiesto su sensación de desamparo ante el horizonte que el mundo y sus sociedades le han ofrecido. Es una permanencia tan inobjetable que me atrevería a pensar que es ella la que sostiene ese particular tinglado que hemos convenido en llamar arte. El desamparo está, como una marca indeleble, en el tramo que va del nacimiento a la muerte. Yo me he apoyado en esta certeza para escribir la novela que ha sido merecedora del premio Rómulo Gallegos este año. La frase “nuestra condición es el desamparo” la tomé de Reinaldo Arenas, ese cubano alucinante que atravesó un mundo poblado de persecuciones. Pero sé que ella la pudo haber dicho Homero, Ovidio o Marco Aurelio. Que fue el asidero de Dante, Villon o Pascal. Que se envolvieron en sus pliegues Montaigne, Shakespeare y Cervantes; y más tarde Melville, Dostoievski y Kafka....





Leer discurso completo aquí


https://drive.google.com/file/d/0B9uHanxBoJ1WaWwzNmVGaVVvVEE/view?usp=sharing

domingo, 19 de julio de 2015

Peregrinación de Pablo Montoya tras las huellas de Camus

El escritor Pablo Montoya, autor de una variada, profunda y luminosa obra literaria, fue recientemente galardonado con el premio Rómulo Gallegos. El 17 de julio recibió el escudo de oro de la Universidad de Antioquia, quizá la máxima distinción del alma máter.

Estos reconocimientos singulares  no llamaron la atención de los grandes medios colombianos de forma significativa, ni de sus habituales opinadores, ni de los colegas del escritor atrincherados en las columnas de los periódicos. Sospecho que esto obedece al espíritu crítico del autor respecto a las diferentes formas del poder y su distancia de los ambientes de la farándula criolla.


Sin embargo, su obra merece ser conocida por todos nosotros. Aparte de la novela ganadora, El tríptico de la infamia, es autor de las siguientes novelas: Lejos de Roma, Los derrotados y  La sed del ojo. Así como de varios libros de cuentos, de ensayos y de poesía.


Aquí presentamos un breve ensayo sobre Camus.

"La lápida es severa y dura y las letras con que está marcada respiran el aire de una solemnidad rústica. Hasta en su manera de marcar la muerte, Camus y los suyos eran sobrios y elegantes como los estoicos de antaño."


Leer aquí

martes, 16 de junio de 2015

BLOOMSDAY







Como si se tratase del Carnaval, las calles de Dublín homenajean un año más a James Joyce, su escritor más célebre. Cada 16 de junio, la capital de Irlanda celebra el denominado Bloomsday, un festejo que rememora la importancia que tuvo el libro «Ulises» para la cultura inglesa.
Para esta celebración, centenares de personas visitan Dublín con la intención de recrear los paseos que realizó el protagonista de la novela, Leopoldo Bloom. Se suele organizar una caminata popular que termina en el famoso pub Davy Byrnes, el local donde Bloom realizó una de sus pausas para el almuerzo y donde, según la novela, adquirió un sándwich de queso Gorgonzola y un vaso de vino de Borgoña. La tradición «obliga» a llevar un atuendo propio de la época –la novela se publicó en 1922–, donde destacan los sombreros y las gafas de cristales redondos.
Esta es una primera versión, porque según el James Joyce Center se eligió el 16 de junio para recordar un episodio que vivió Joyce en primera persona con la que luego sería su mujer. «Creemos que en ese día Joyce salió por primera vez con Nora Barnacle, su futura esposa. Joyce y Nora se vieron el viernes 10 de junio 1904 y acordaron reunirse de nuevo el martes 14 junio pero Nora no apareció». No fue hasta el día 16, según el biógrafo de Joyce, cuando ambos pasearon juntos por Ringsend.
«Ulises», además del libro más famoso de James Joyce, es para muchos la mejor novela en lengua inglesa de todo el siglo XX. Se trata de un libro aún por descubrir, una obra plagada de significados ocultos. El título es un homenaje del autor a la Odisea de Homero (su libro favorito), del que importó para esta obra muchas de sus características. James Joyce convierte a Leopoldo Bloom en su particular Ulises, solo que ambientando sus peripecias en las calles de Dublín.

Leopoldo Bloom, al que Joyce se atrevió a caricaturizar con sus propias manos, exterioriza sus pensamientos a través del monólogo interior. En sus paseos expone sus inquietudes, sobre todo las infidelidades que recibe por parte de su mujer cantante. Según la novela, Bloom es un agente de publicidad de unos 40 años de edad y de origen judío. La obra de Joyce está repleta de paralelismos con la de Homero. Desde el personaje principal, pasando por su mujer (Molly Bloom) hasta Stephen Dedalus, alter ego de Joyce y personaje habitual en varias de sus novelas como «Stephen el Héroe» o «Retrato del artista adolescente».

Tomado de ABC.es

lunes, 8 de junio de 2015

LOS OTROS



Álvaro Lobo




Todos deseamos  dos cosas en la vida: estatus social y fortuna. Ambos anhelos están relacionados. Para comprender  por qué deseamos lo que deseamos debemos  saber  el papel que los otros desempeñan en nuestra vida. ¿Qué es lo que queremos de ellos?

Aristóteles, para ir bien lejos en procura  de autoridad, decía que el hombre es un animal político. Quería indicar con ello que el hombre está determinado a vivir en comunidad. A vivir con los demás.  Estamos  rodeamos de familiares, de amigos….

¿Por qué necesitamos de otras personas? En cierta forma ellas  son una fuente de placer para  conversar, jugar o tener encuentros sexuales. También las precisamos por los bienes y servicios que ofrecen. Requerimos al tendero, al médico, a quien nos asista en los servicios domésticos. Para proveernos de todo esto establecemos  relaciones  en un contexto laboral.

Inquirimos  a los semejantes  por la utilidad del intercambio social. Sin ellos nos sentimos inseguros. Podemos llegar a pensar que nuestras elecciones para vivir sean equivocadas. Por ello vamos al prójimo al encuentro de seguridad. Relatamos a los  amigos nuestros  planes, actividades, etc. con la esperanza de recibir su aprobación o, al menos, conocer sus razones.

En el intercambio obtenemos y damos información a los amigos y cercanos, pero igual prestamos atención a los  enemigos, a los desconocidos. Podemos valorar más la opinión de estos que la de los  amigos o familiares porque estos tienen un incentivo para mentirnos.

Aun si no necesitamos  a nadie  para nada de lo anterior, serían indispensables  para que reconozcan nuestra existencia, nos tengan en cuenta y reacciones ante nosotros. Para que  nos amen y, si no nos aman, para que nos admiren y, si no nos admiran, para que nos respeten.

Tal vez por una adaptación evolutiva queremos ser reconocidos. Imaginamos que nuestra vida no es insignificante y que seremos recordados e incluso famosos. También los filósofos más iluminados de la especie ansían la fama. Escriben libros contra la banalidad del éxito y los firman con todas sus letras. De lo último que se libra el sabio es del deseo de fama, sentenció Tácito.

Si eventualmente alcanzamos la fama, seremos igualmente infelices. Por si sola, conjeturó Kant, la felicidad está lejos de ser el bien completo de nuestra razón. Esta no la acepta si no va unida a la dignidad de ser feliz, esto es, el buen comportamiento ético. Con frecuencia, nos  apartamos de este mandato de la razón, por lo cual nos hacemos indignos de la felicidad.

La fama, que perseguimos sin tregua,  reside en la cabeza de los otros y la cabeza de los otros es un lugar lamentable para albergar la auténtica felicidad del hombre, razonó  Schopenhauer.

Buscamos a los demás  no solo para que nos respeten o amen sino por sentimientos claramente negativos. No es suficiente triunfar en nuestro campo. Los otros deben fracasar. Llegamos a provocar el desagrado para luego vengarnos. O frustrar a alguien, como lo hacen los niños con sus juguetes. 

Quizá queremos que nos teman. En cuyo caso no hallamos la fama sino la infamia. Solemos albergar sentimientos negativos: Si no me amas, admírame. Si no me admiras, respétame. Si no me respetas, témeme. Necesitamos, en muchos casos, a los semejantes  para sentirnos superiores a ellos.

Mas esta economía de las pasiones permanece oculta en lo más recóndito, bajo  profundas capas creadas por la cultura que permite a los seres humanos desarrollar sus intercambios de forma refinada, utilizar el eufemismo para comunicar información, evitar aparecer como crueles e insensibles y seguir con sus vidas divinamente. Es este el mecanismo que facilita, en la mayor parte de los casos, desplegar todo nuestro ser: utilizar, seducir, tiranizar y someter a los demás, conservando la corrección social.

Surgen, sin embargo, interrogantes: ¿Existe en el hombre  un lugar para el amor y  la solidaridad a cambio de nada? ¿Vemos en los otros solo un medio para realizar nuestros deseos? ¿Las  personas reflexionan acerca de sus preferencias —las metapreferencias—  de forma crítica o solo se guían por su interés propio y están cautivas en un universo simple?  ¿Las elecciones de las personas son críticamente examinadas? ¿Se deciden no solo en virtud de la utilidad sino de la justicia? ¿La naturaleza humana es perfectible? ¿Las personas pueden  invocar razones dirigidas a justificar la elección que realizan, y estas son objeto de escrutinio?

Los argumentos que presento, en relación con la importancia de los otros en nuestra vida, son, en realidad, una chapuza del refinado análisis que hace William Irvine en su brillante libro Sobre el deseo, publicado en español por el sello Paidós.

Irvine nos lleva a un viaje por las pasiones, pleno de referencias de filósofos, poetas y escritores que acaso vislumbraron con mayor claridad el espíritu humano. Su lectura deja claro cómo el deseo moldea nuestras vidas y, al final, emerge  la inquietante cuestión de la  autonomía moral que los lectores podrán esclarecer cuando se sumerjan en el sutil  y sugerente estudio de Irvine.

domingo, 24 de mayo de 2015

AMÉRICA LATINA, ¿UN ALFIL SIN ALBEDRÍO?

Los capítulos  publicados en este blog fueron suspendidos temporalmente —por asuntos relacionados con los derechos de autor— para no interferir con la publicación del libro íntegro en otras plataformas.

Ahora puede ser descargado Aqui

domingo, 26 de abril de 2015

Discurso de Juan Goytisolo Ceremonia de entrega del Premio Cervantes 2014. 23 de abril 2015




A la llana y sin rodeos

En términos generales, los escritores se dividen en dos esferas o clases: la de quienes conciben su tarea como una carrera y la de quienes la viven como una adicción. El encasillado en las primeras cuida de su promoción y visibilidad mediática, aspira a triunfar. El de las segundas, no. El cumplir consigo mismo le basta y si, como sucede a veces, la adicción le procura beneficios materiales, pasa de la categoría de adicto a la de camello o revendedor. Llamaré a los del primer apartado, literatos y a los del segundo, escritores a secas o más modestamente incurables aprendices de escribidor.

A comienzos de mi larga trayectoria, primero de literato, luego de aprendiz de escribidor, incurrí en la vanagloria de la búsqueda del éxito -atraer la luz de los focos, “ser  noticia”, como  dicen  obscenamente los  parásitos de  la  literatura- sin  parar mientes en que, como vio muy bien Manuel Azaña, una cosa es la actualidad efímera y otra muy distinta la modernidad atemporal de las obras destinadas a perdurar pese al ostracismo que a menudo sufrieron cuando fueron escritas. La vejez de lo nuevo se reitera a lo largo del tiempo con su ilusión de frescura marchita. El dulce señuelo de la fama sería patético si no fuera simplemente absurdo. Ajena a toda manipulación y teatro de títeres, la verdadera obra de arte no tiene prisas: puede dormir durante décadas como La regenta o durante siglos como La lozana andaluza. Quienes adensaron el silencio en torno a nuestro primer escritor y lo condenaron al anonimato en el que vivía hasta la publicación del Quijote no podían imaginar siquiera que la fuerza genésica de su novela les sobreviviría y alcanzaría una dimensión sin fronteras ni épocas.

“Llevo en mí la conciencia de la derrota como un pendón de victoria”, escribe Fernando Pessoa, y coincido enteramente con él. Ser objeto de halagos por la institución literaria me lleva a dudar de mí mismo, ser persona non grata a ojos de ella me reconforta en mi conducta y labor. Desde la altura de la edad, siento la aceptación del reconocimiento como un golpe de espada en el agua, como una inútil celebración. 

Mi condición de hombre libre conquistada a duras penas invita a la modestia. La mirada desde la periferia al centro es más lúcida que a la inversa y al evocar la lista de mis maestros condenados al exilio y silencio por los centinelas del canon nacional- católico no puedo menos que rememorar con melancolía la verdad de sus críticas y ejemplar honradez. La luz brota del subsuelo cuando menos se la espera. Como dijo con ironía Dámaso Alonso tras el logro de su laborioso rescate del hasta entonces ninguneado Góngora, ¡quién pudiera estar aún en la oposición!

Mi instintiva reserva a los nacionalismos de toda índole y sus identidades totémicas, incapaces de abarcar la riqueza y diversidad de su propio contenido, me ha llevado a abrazar como un salvavidas la reivindicada por Carlos Fuentes nacionalidad cervantina. Me reconozco plenamente en ella. Cervantear es aventurarse en el territorio incierto de lo desconocido con la cabeza cubierta con un frágil yelmo bacía. Dudar de los dogmas y supuestas verdades como puños nos ayuda a eludir el dilema que nos acecha entre la uniformidad impuesta por el fundamentalismo de la tecnociencia en el mundo globalizado de hoy y la previsible reacción violenta de las identidades religiosas o ideológicas que sienten amenazados sus credos y esencias.

En vez de empecinarse en desenterrar los pobres huesos de Cervantes y comercializarlos tal vez de cara al turismo como santas reliquias fabricadas probablemente en China, ¿no sería mejor sacar a la luz los episodios oscuros de su vida tras su rescate laborioso de Argel? ¿Cuántos lectores del Quijote conocen las estrecheces y miseria que padeció, su denegada solicitud de emigrar a América, sus negocios fracasados, estancia en la cárcel sevillana por deudas, difícil acomodo en el barrio malfamado del Rastro de Valladolid con su esposa, hija, hermana y sobrina en 1605, año de la Primera Parte de su novela, en los márgenes más promiscuos y bajos de la sociedad?

Hace ya algún tiempo, dedique unas páginas a los titulados Documentos cervantinos hasta ahora inéditos del presbítero Cristóbal Pérez Pastor, impresos en 1902 con el propósito, dice, de que “reine la verdad y desaparezcan las sombras”, obra cuya lectura me impresionó en la medida en que, pese a sus pruebas fehacientes y a otras indagaciones posteriores, la verdad no se ha impuesto fuera de un puñado de eruditos, y más de un siglo después las sombras permanecen. Sí, mientras se suceden las conferencias, homenajes, celebraciones y otros actos oficiales que engordan a la burocracia oficial y sus vientres sentados, (la expresión es de Luis Cernuda) pocos, muy pocos se esfuerzan en evocar sin anteojeras su carrera teatral frustrada, los tantos años en los que, dice en el prólogo del Quijote, “duermo en el silencio del olvido”: ese “poetón ya viejo” (más versado en desdichas que en versos) que aguarda en silencio el referendo del falible legislador que es el vulgo.

Alcanzar la vejez es comprobar la vacuidad y lo ilusorio de nuestras vidas, esa “exquisita mierda de la gloria” de la que habla Gabriel García Márquez al referirse a las hazañas inútiles del coronel  Aureliano Buendía y de los sufridos luchadores de Macondo. El ameno jardín en el que transcurre la existencia de los menos, no debe distraernos de la suerte de los más en un mundo en el que el portentoso progreso de las nuevas tecnologías corre parejo a la proliferación de las guerras y luchas mortíferas, el radio infinito de la injusticia, la pobreza y el hambre.

Es  empresa  de  los  caballeros  andantes,  decía  don  Quijote,  “deshacer  tuertos  y socorrer y acudir a los miserables” e imagino al hidalgo manchego montado a lomos de Rocinante acometiendo lanza en ristre contra los esbirros de la Santa Hermandad que proceden al desalojo de los desahuciados, contra los corruptos de la ingeniería financiera o, a Estrecho traviesa, al pie de las verjas de Ceuta y Melilla que él toma por encantados castillos con puentes levadizos y torres almenadas socorriendo a unos inmigrantes cuyo único crimen es su instinto de vida y el ansia de libertad.

Sí, al héroe de Cervantes y a los lectores tocados por la gracia de su novela nos resulta difícil resignarnos a la existencia de un mundo aquejado de paro, corrupción, precariedad, crecientes desigualdades sociales y exilio profesional de los jóvenes como en el que actualmente vivimos. Si ello es locura, aceptémosla. El buen Sancho encontrará siempre un refrán para defenderla.

El panorama a nuestro alcance es sombrío: crisis económica, crisis política, crisis social. Según las estadísticas que tengo a mano, más del 20% de los niños de nuestra Marca España vive hoy bajo el umbral de la pobreza, una cifra con todo inferior a la del nivel del paro. Las razones para indignarse son múltiples y el escritor  no puede ignorarlas sin traicionarse a sí mismo. No se trata de poner la pluma al servicio de una causa, por justa que sea, sino de introducir el fermento contestatario de esta en el ámbito de la escritura. Encajar la trama novelesca en el molde de unas formas reiteradas hasta la saciedad condena la obra a la irrelevancia y una vez más, en la encrucijada, Cervantes nos muestra el camino. Su conciencia del tiempo “devorador y consumidor de las cosas” del que habla en el magistral capítulo IX de la Primera Parte del libro le indujo a adelantarse a él y a servirse de los géneros literarios en boga como material de derribo para construir un portentoso relato de relatos que se despliega hasta el infinito. Como dije hace ya bastantes años, la locura de Alonso Quijano trastornado por sus lecturas se contagia a su creador enloquecido por los poderes de la literatura. Volver a Cervantes y asumir la locura de su personaje como una forma superior de cordura, tal es la lección del Quijote. Al hacerlo no nos evadimos de la realidad inicua que nos rodea. Asentamos al revés los pies en ella. Digamos bien alto que podemos. Los contaminados por nuestro primer escritor  no nos resignamos a la injusticia.

sábado, 21 de febrero de 2015

Nuevos retos para la universidad


Darío Valencia Restrepo

La universidad de nuestro tiempo enfrenta diferentes desafíos pero a la vez estos constituyen oportunidades que la institución puede aprovechar si define su misión y abandona prácticas que han perdido vigencia. 

La irrupción del mundo digital

La educación abierta avanza a pasos gigantescos en buena parte del mundo. El Instituto Tecnológico de Massachusetts la inició cuando en 2000 decidió empezar el proyecto de llevar a internet su material educativo. Y lo hace en forma gratuita. Una estadística reciente anunciaba que unos 2.200 cursos se encontraban ya en la red. En 2013, ese proyecto recibió más de 27 millones de visitas.

Sólo en el largo plazo se podrán conocer los reales efectos de la educación abierta sobre la universidad tradicional, pero es un hecho  que la institución ya experimenta las primeras consecuencias. 

Como se sabe que entre nosotros la clase magistral sigue predominando, conviene señalar que ella es un recurso excepcional; por ejemplo, para la exposición de un gran profesor ante un grupo numeroso, seguida luego del trabajo de asistentes o monitores con grupos mucho más pequeños.

Un método recomendable es el aprendizaje colectivo en pequeños grupos guiados por el profesor. Además, como la capacidad de aprender tendría que ser uno de los resultados principales del proceso educativo, es imprescindible crear una cultura del aprendizaje. La era digital ha permitido que internet facilite la creación de comunidades y redes sociales de todo tipo. Y ya se experimenta con las comunidades para el aprendizaje colectivo.

La tecnología actual permite al profesor señalar a los estudiantes con anticipación a la respectiva clase la información básica que podrán encontrar, además de la proporcionada por libros, en sitios de internet generales o establecidos por el propio profesor con sus presentaciones, documentos, notas de clases y ejercicios. La clase se convierte entonces en un escenario para que el profesor discurra sobre aspectos centrales y difíciles, efectúe las grandes síntesis del temario, responda inquietudes, calibre el progreso del grupo y facilite la discusión y los aportes de los estudiantes. 

La globalización de la universidad

Se viene acentuando el carácter internacional de la universidad contemporánea, pues así se desprende de tendencias como las siguientes: más de tres millones de estudiantes están registrados en universidades fuera de su país de origen, un aumento del 57% sólo en la pasada década; datos recientes estiman en más de 160 las subsedes abiertas en diversas partes del mundo, sobre todo por grandes universidades; y crece la educación gratis por internet, como ya se vio.

Ha aparecido lo que podría llamarse el capitalismo académico, en el cual el mercado define la relación entre educación y empleo. Ya la educación no se trata como un bien social colectivo sino como un bien individual para el éxito económico personal y como una mercancía del mercado de la educación global. En ese nuevo capitalismo todo gira alrededor del lucro que proporcionan las inversiones en capital humano. Se vislumbra ya la aparición de la universidad global con sentido corporativo.

Un nuevo campus universitario

El campus universitario no puede seguir siendo el mismo. Hay que abandonar la clase magistral como recurso casi exclusivo y sustituirlo por un aprendizaje más activo. Lo presencial tiene que complementarse con el trabajo del estudiante por fuera de la clase o el laboratorio, en particular con la ayuda de internet. 

Lo presencial sigue siendo vital para la relación interpersonal cara a cara, la apropiación del conocimiento tácito, los encuentros en bibliotecas, cafeterías o corredores, el disfrute de actividades culturales, exposiciones, conciertos, cine, conferencias... 

Pero internet y los multimedios en el computador constituyen una oportunidad para descargar al profesor de una tarea rutinaria, de modo que el docente pueda dedicar más tiempo a los pequeños grupos de estudiantes, al trato interpersonal, a la crítica y a la síntesis.  

La eliminación o disminución de humanidades, artes y ciencias sociales

Existe una tendencia internacional, incluso en nuestro país, a debilitar o suprimir la formación en artes, humanidades y ciencias sociales en el ámbito universitario, en razón de que ella no se considera rentable en una academia que cada vez se orienta más por las señales del mercado, la competitividad en un mundo globalizado y la preparación para los negocios. 

Con propiedad señala Martha C. Nussbaum, en su libro “Sin fines de lucro – Por qué la democracia necesita de las humanidades”, que las materias de ciencia y tecnología se deben impartir con la mayor calidad, pero no debe olvidarse que con la formación en artes y humanidades se pueden adquirir las capacidades de desarrollar un pensamiento crítico, de trascender las lealtades nacionales y afrontar los problemas internacionales como “ciudadanos del mundo” y de imaginar con compasión las dificultades del prójimo. 

Hoy más que nunca es indispensable el estudio riguroso de la historia para entender el presente, así como el aporte de filósofos que no escriban sólo para sus colegas sino también para los seres comunes y corrientes que intentan dar sentido a sus vidas y que buscan respuestas ante las incertidumbres y desastres del mundo actual.

Es fácil vislumbrar la importancia de un semestre de filosofía dedicado a la discusión con los estudiantes por parte de un profesor que adopte el método socrático para estimular la argumentación. Son muchos los temas vitales de nuestro tiempo que podrían ser planteados como preguntas. Y sería también una oportunidad para discutir el comportamiento ciudadano a la luz de la ética, el Derecho y la cultura.

Recomendable es un curso de historia para dar contexto a las preguntas y a las respuestas; conocer elementos de la trayectoria del propio país, de la región y del mundo; tratar de entender y comparar críticamente culturas diferentes a la propia; y asimilar las múltiples lecciones que encierra el relato y apreciación de acontecimientos del pasado.

Nuevos énfasis de la investigación y la docencia

La investigación debe ser el centro de la actividad académica, pero no a costa de la docencia y la extensión sino para enriquecerlas. No son aceptables los profesores que sólo investigan y se niegan a dar clase o a dirigir trabajos de grado o tesis. Los mejores profesores deberían contribuir a formar los estudiantes que llegan del bachillerato con una gran desorientación, en especial para ayudarles a definir su verdadera vocación.

La extensión ha sido tradicionalmente la cenicienta cuando se habla de las tres funciones clásicas de la universidad; sin embargo, ha cobrado sustancial importancia en los últimos años como mediadora de la relación con la sociedad.

Pero se trata de una comunicación de doble vía pues la universidad aprende en su contacto con el exterior al familiarizarse con los problemas de la sociedad a la cual se debe. Y ese conocimiento será importante para informar la docencia, la investigación y los estudios.

Conclusiones

En primer lugar, es fundamental definir la idea de universidad en los tiempos que corren, caracterizados por la globalización y la irrupción de tecnologías de información y comunicación. Esa idea tiene que señalar los cambios indispensables para sustentar ante la sociedad la vigencia y legitimidad de la institución.

La universidad tiene que seguir siendo sede del pensamiento crítico, tanto frente a fenómenos nacionales o locales como frente a lo que ocurre en su interior, pero no debe limitarse a la crítica sino a la vez hacer aportes y apoyar iniciativas del Gobierno o de la sociedad que considere de interés;  propiciar la discusión permanente entre ideas o concepciones opuestas, siempre que se respeten unas reglas superiores a las partes; mantener permanente comunicación y ojalá interacción con grupos y centros de investigación del mundo, así como una apreciación de los fenómenos sociales de cada tiempo; y conservar su tradición escrita, depurada por el tiempo, pero a la vez emprender o proponer con su fuerza de la razón las acciones transformadoras que se consideren apropiadas. 

Tarea central de la universidad contemporánea es propiciar el acercamiento y la interacción entre científicos y técnicos con humanistas y artistas. Una posibilidad es fomentar en concreto el trabajo interdisciplinario mediante la reunión de estudiantes de diferentes profesiones o disciplinas para que analicen un problema o conciban y diseñen un proyecto.

Sigue siendo un reto el centrar la universidad en la actividad investigativa, pero con el fin claro de enriquecer la docencia y la extensión. Y que no es aceptable la existencia de profesores que sólo investigan o que sólo dan clases. Se requiere que los mejores profesores orienten a los nuevos estudiantes. Y el desiderátum es que todo profesor, en la medida de lo posible, participe en el desarrollo de las tres funciones clásicas de la universidad.

Es imperativa la necesidad de investigar sobre los métodos docentes, en particular averiguar el real efecto de la universidad global y de los aprendizajes con la ayuda de internet.

Cuestión central de la educación debería ser una formación para la democracia y el ejercicio de una ciudadanía independiente, responsable e informada, consciente de los procesos sociales y partícipe en el debate político. 

No parece necesario insistir más en la importancia de las humanidades, las ciencias sociales y las artes en la vida académica y extraacadémica. Sólo agregar que debe concederse gran valor al estudio de la economía y de la economía política, y que la formación artística estimula atributos básicos de utilidad para la vida social y en particular también para las diferentes profesiones. El estudio y práctica de actividades como música, danza, cine y teatro facilita el trabajo en equipo, la  comunicación con otros y las habilidades creativas y de innovación, todo ello transferible y aplicable a otros campos. A su vez, los talleres de artes visuales permiten entender realidades y relaciones no expresables cuantitativamente o en palabras. Y es necesario reconocer que el arte cumple también una función de conocimiento y de crítica.

El anterior texto resume una extensa conferencia (http://tinyurl.com/retosuniversidad), que plantea cómo debe enfocarse la academia en el mundo contemporáneo. Publicado originalmente en el diario El Mundo de Medellín el 21 de febrero de 2015.
Darío Valencia Restrepo es ingeniero civil de la Facultad de Minas y se desempeña como consultor independiente. Posee títulos de posgrado en matemática de la Universidad Nacional de Colombia y en recursos de agua del Instituto Tecnológico de Massachusetts. Fue rector de la Universidad de Antioquia, gerente general de las Empresas Públicas de Medellín y rector de la Universidad Nacional de Colombia.

jueves, 5 de febrero de 2015

Reza Aslan

En esta entrevista el profesor Reza Aslan da una lección contra el prejuicio y la visión estereotipada del otro. En particular, nos enseña a formarnos una opinión crítica del Islam, pero no basada en el prejuicio.


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