martes, 24 de noviembre de 2015

Enfoque de las capacidades: una alternativa



El 10 de diciembre del presente año se presentará en Medellín la profesora Martha Nussbaum, forjadora, junto a Sen, del enfoque de las capacidades, de gran influencia en la teoría del desarrollo humano y defensora de la autonomía de la mujer, especialmente en el mundo subdesarrollado, en particular en India.Es una excelente oportunidad para familiarizarse con su visión de las capacidades. Como una ayuda al lector interesado, se presenta un capítulo del libro América Latina, ¿un alfil sin albedrío? que ofrece una síntesis del mencionado enfoque.

Capítulo final del libro: América Latina, ¿Un alfil sin albedrío?
Álvaro Lobo
Editorial Pi.
Medellín
 2015

La insatisfacción creada por el divorcio entre crecimiento económico y progreso  social condujo a la creación de teorías que explicaran de forma más adecuada  la situación de atraso y pobreza de las sociedades,  bosquejaran una visión humana del desarrollo y brindaran  estrategias relevantes enfocadas a mejorar las vidas de las personas y no solo estimularan  el crecimiento de los indicadores económicos.     
El debate partió  de una fuerte crítica a la teoría económica por su visión reduccionista del hombre—el  homo economicus—. La célebre tesis de Edgeworth, forjador de los cimientos de la teoría neoclásica, “el primer principio de la Economía es que cada agente está movido solo por su propio interés”,   supone al ser humano como un maximizador de utilidad, quien  concibe a los otros como medios y al mundo como una fuente de recursos para obtener  utilidad. Es la concepción del hombre como un egoísta atroz . El sujeto supuestamente actúa de forma racional  y realiza elecciones que optimizan  su utilidad y en cualquier circunstancia mantiene consistencia interna, de modo que su elección será siempre la misma y no entrará en su consideración la situación de los demás. El agente concebido así  es  un perfecto y consistente ganador. Nunca cambiará su elección a pesar de la poca información con que cuenta. Choca a nuestra intuición percibir al hombre de esta forma, alejado  de toda razón práctica. Esta descripción  llevó a Amartya Sen a definir a  tal sujeto como un tonto racional.   Por su parte, Hirschman sostuvo que: “La economía, en cuanto ciencia del comportamiento humano, se ha basado en un postulado extraordinariamente parsimonioso: el del individuo aislado y centrado en sus propios intereses, quien libre y racionalmente escoge entre diversas alternativas de acción, luego de sopesar sus presuntos costos y beneficios.”. 

Sen  se propuso crear un enfoque  que introdujera a la teoría de la elección racional  elementos  de carácter social y de justicia, por cuanto partió de la base de que las personas razonan no solo en virtud de la utilidad sino de la justicia y, además, tienen intereses, valores y juicios distintos.  Considera que las personas reflexionan sobre sus preferencias—las metapreferencias—  de forma crítica,  no se guían solo por su interés propio y no están cautivas en un universo simple. Por el contrario, las elecciones  de las personas son  críticamente examinadas. Esto supone que la naturaleza humana es perfectible,  pueden invocarse razones dirigidas a  justificar la elección que se realiza, y estas  deben ser objeto de escrutinio. En tal sentido,  esta forma de razonar “es más rigurosa que el seguimiento de la simple fórmula de la maximización del interés propio.”. 
La visión de Sen critica de manera aguda la  preocupación exclusiva por el mejoramiento de los objetos inanimados—por ejemplo, el producto interno bruto—en vez  de los indicadores  de bienestar, libertad y calidad de vida. Se da más importancia a los medios que a los fines. De modo que el ingreso, la riqueza y la opulencia ocupan un lugar central y no son considerados en cuanto recurso para que las gentes vivan vidas libres, prolongadas, saludables y dignas, verdaderas finalidades de la existencia. Su teoría entraña una concepción de la vida buena, es decir, las múltiples formas en que las personas conciben, persiguen y alcanzan su bienestar, acorde con la valoración de su  vida. Esa capacidad de valorar  la existencia  fundamenta  la idea del ser humano como sujeto moral. Y  su posibilidad  de discernir y alcanzar sus metas, determinan su capacidad de agencia.  Sen entiende el desarrollo como libertad y, esta, como independencia de elección social; así, quedan unidas la ética y la economía.
El fundamento de Sen es su teoría de las capacidades. Estas se “refieren a las diversas combinaciones de funciones que puede lograr la persona.  Por lo tanto, la capacidad es un tipo de libertad: la libertad fundamental de conseguir distintas combinaciones de funciones (o en términos menos formales, la libertad de lograr diferentes estilos de vida).”.  Y las funciones se entienden  como un logro específico de una persona: lo que es o hace. Las funciones  no son los bienes, los recursos ni la utilidad. “…Pueden ir desde lo elemental, como comer bien y no padecer enfermedades  evitables, hasta actividades o estados personales muy complejos, como ser capaz de participar en la vida de la comunidad y respetarse a sí mismo.”.  La realización de las funciones  representa la plenitud de la vida buena. Por ello, el conjunto de las funciones   elegidas  por la persona  constituye su capacidad. “Una persona que pasa hambre y otra que ayuna tienen el mismo tipo de funcionamiento en lo que respecta a su nutrición, pero no disponen de la misma capacidad, pues la que ayuna es capaz de no ayunar, mientras la hambrienta lo es porque no tiene elección.”.
La capacidad es, en realidad, la libertad de la persona de escoger su vida, es la que permite a la persona gobernar  su existencia. Se entiende la libertad en su aspecto positivo, es decir, la posibilidad de autodeterminación, el deseo del individuo de ser su propio arquitecto y actuar según sus propios criterios. 
En una democracia auténtica los gobiernos se enfocan  en la promoción de las capacidades, y no de las funciones,  porque así impulsan la expansión de la libertad humana. Eventualmente  podría llegar a  promoverse  una función  particular sin que  la capacidad se desarrolle y allí  habría una falla moral porque se restringirían las posibilidades de elección del sujeto.  “Existe una diferencia moral enorme entre una política que promueve la salud y otra que promueve las capacidades en materia de salud: La segunda (y no la primera) es la que verdaderamente respeta la elección del estilo de vida de la persona.”.
Al estar ligada a la libertad sustantiva, la capacidad juega un papel crucial en la habilidad real de la persona de hacer las cosas que valora. El enfoque de las capacidades se orienta a las personas y no a los recursos. Por eso la riqueza no es vista como una manera correcta de establecer las ventajas ni juzgar el éxito humano: no es algo que tenga un valor en sí misma.  
Sen no se inclina por unas capacidades específicas y, en ese punto, se establece una tensión con Martha Nussbaum. Esta se orienta hacia  una aproximación a la evaluación de la calidad de vida y  a la teorización sobre la justicia social. Mientras Sen se basa en la libertad, aquella  lo sustenta en la dignidad humana  y se decide  por establecer diez capacidades básicas que los ciudadanos deben disfrutar para tener una vida digna.  Sen no admite la lista única de capacidades propuesta por Nussbaum porque es creada por fuera del escrutinio y de la participación de los afectados: esto iría en contra de la base  del enfoque, que es la libertad. 
No se pretende aquí hacer una reconstrucción del enfoque de las capacidades. El propósito solo consiste en sortear de algún modo el economicismo que domina la reflexión sobre el desarrollo y hace de él un territorio hostil a otras miradas. Se  continúa confiando en que el crecimiento, tarde o temprano, impactará en la sociedad de forma positiva.
Es indispensable insistir en el enfoque de las capacidades por cuanto en él los seres humanos son considerados como  finalidades,  y si el objeto es   la promoción de la riqueza de la vida humana, existen razones suficientes que conducen a  enfatizar en este propósito y no en los medios—la economía—, que es un camino inseguro, tortuoso,  incierto y pleno de injusticia.
A pesar de la fertilidad mostrada por  la teoría de Sen  y su enorme influencia en los debates, continúa siendo mínima su incidencia en los programas gubernamentales— ya se señalaron las consecuencias que esto tiene en la evolución de las personas y de las sociedades—. Si bien desde 1990 el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo  realiza de forma anual el Informe sobre  Desarrollo Humano, su cálculo es todavía una aproximación remota a la medición de las capacidades. De hecho,  estas son inobservables  puesto que no se cuenta con toda la información a la hora de evaluar la libertad humana. Quizá las capacidades no puedan aún  ser medidas de forma directa.
No obstante, hay un enorme avance institucional en pos de una mejor comprensión del enfoque. Por ahora el  PIB continúa siendo utilizado de forma directa en la elaboración del Informe.  La Comisión de la Medición del Desarrollo Económico y del Progreso Social—presidida por  Joseph E. Stiglitz, con la participación de Amartya Sen— estudió los límites del PIB como indicador de los resultados económicos y sociales, reexaminó los problemas relativos a la medición, identificó datos adicionales que podrían ser necesarios para obtener indicadores sociales  más pertinentes, evaluó la viabilidad de nuevos instrumentos de medición y debatió sobre una presentación adecuada de datos estadísticos. Si sus recomendaciones se  llevaran a la  práctica como se espera, se producirían sin duda transformaciones significativas. El informe establece claramente que este indicador  mide solo la producción mercantil (expresada en unidades monetarias) y en eso radica su utilidad. Se usa como si fuera una medida del bienestar económico. La confusión entre ambos conceptos conduce a percepciones erróneas sobre el bienestar de la población e induce a decisiones equivocadas.
Por otra parte, los gobiernos continúan, en lo fundamental,  prisioneros del  fetichismo del PIB. Definen sus políticas persiguiendo un mayor crecimiento, en lugar de centrarse directamente en los factores que enriquecen la vida humana. Como se concibe al capitalismo siempre creciendo, el indicador debe crecer y, si no lo hace o disminuye, existirá un grave problema. Esta idea es un mito. Posiblemente algunos países  necesitarán crecer. Otros (los altamente desarrollados) requieran un menor crecimiento—o incluso no crecer— porque  los miembros de la sociedad hayan  alcanzado un estándar  elevado que haga surgir en ellos  el deseo y la esperanza de los valores de la vida buena. Keynes creía y esperaba firmemente que se diera un término al crecimiento, un momento en el que los deseos materiales fueran satisfechos de forma definitiva.
Es el momento  de dar un giro y definir que la responsabilidad del Estado consiste en asegurar intervenciones significativas que provean de libertad a los ciudadanos.  Es tiempo  de citar ampliamente a Sen:
Estoy a favor de un nuevo mundo, no de un nuevo capitalismo. ¿Qué quiere decir eso? ¡Por qué no nuevo socialismo, con mucho más mercado! Vivimos en un mundo multiinstitucional. Nadie lo explicó mejor que Adam Smith. A veces se le considera el padre de la economía de mercado, pero sostuvo que el Estado debe proporcionar una educación pública, dar ayuda a los pobres… En La riqueza de las naciones explica que la intervención del Estado a favor de los pobres es casi siempre buena y productiva, pero que ¡mira por dónde! La mayoría de las intervenciones se hacen a favor de los ricos y son improductivas. Es un contrasentido. 
El futuro  de Latinoamérica  penderá críticamente de varios asuntos. Continúa siendo significativa su  dependencia del sector externo.  Su especialización histórica en la producción de materias primas hacia  los mercados industrializados, tendencia acentuada en los últimos años que condujo  al desmantelamiento de la industria y  parte de la agricultura, la hace más vulnerable a las fluctuaciones del mercado mundial. Esta es una situación que podría mitigar en parte desarrollando su mercado interno por la vía de la integración regional—proceso que históricamente fue una debilidad—.  El atraso tecnológico y  la inexistente inversión en investigación de altas tecnologías perpetúan la dependencia. Por tanto, es de esperar que en este campo se concentren esfuerzos significativos, así como en el área educativa. Quizá la principal  asignatura pendiente sea  superar los escandalosos índices  de inequidad. Es un imperativo moral reducir los niveles de desigualdad porque ella,  en sí misma,  es la fuente de atraso en el avance de las capacidades de las personas.
El sistema neoliberal vigente impone severas restricciones a la búsqueda de soluciones propias. No obstante, es preciso fijar nuevos criterios porque no todos los  elementos de la órbita  social pueden estar determinados por el mercado. La calidad del empleo registra un deterioro notable. La informalidad continúa en niveles elevados. Esta situación, unida a los déficits de educación, salud,  seguridad ciudadana y al desmonte del limitadísimo estado de bienestar que se había creado hasta los años ochenta,  se convierte en la práctica en una restricción absoluta a las capacidades de las personas, al desarrollo humano y al fortalecimiento de la democracia.

Ahora la región es gobernada con políticas concebidas  y elaboradas en los centros de pensamiento  vinculados a la ideología de las instituciones financieras multilaterales que no guardan correspondencia con nuestras realidades y no resuelven los anhelos de la sociedad   de una vida mejor. Los territorios se suponen homogéneos y se aplican las mismas recetas.  En tanto nuestros países  continúen guiándose mansamente por la ideología neoliberal, permanezcan bajo la tutela del FMI y del BM  y no reflexionen de forma original sobre su propio destino, continuará América Latina siendo un alfil sin albedrío. 

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